En Argentina, aproximadamente 8.000 personas mueren anualmente a causa de enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol. Según el Ministerio de Salud, nuestro país ocupa el segundo lugar en consumo de alcohol en América del Sur, con una ingesta promedio de 9,88 litros por persona al año.
Cuando disfrutamos de cerveza, vino, espumantes, etc., el alcohol presente en estas bebidas se introduce en nuestro torrente sanguíneo y llega rápidamente al cerebro. Una vez allí, afecta a los neurotransmisores, que son los mensajeros químicos responsables de la comunicación entre las células cerebrales.
La dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa, experimenta un aumento temporal, generando una sensación de euforia y relajación que solemos asociar con el consumo de alcohol.
No obstante, esta alegría momentánea tiene un costo. El alcohol también impacta en el sistema nervioso central, afectando la función cognitiva, la coordinación motora y la toma de decisiones. Estos son los efectos más conocidos y a corto plazo que a menudo experimentamos durante una noche de celebración.
Cuando el consumo de bebidas alcohólicas se convierte en un patrón regular, el cerebro sufre daños crónicos. Por ejemplo:
Lo que pasa en el cerebro va más allá de ese órgano tan importante. El alcohol no se queda solo ahí, afecta a todo el sistema cardiovascular, aumentando la presión arterial y siendo responsable 8% de las enfermedades del corazón.
Además, el hígado, ese héroe que se encarga de limpiar nuestro cuerpo de toxinas, sufre las consecuencias del alcohol, pudiendo causar problemas hepáticos.
Pero ojo, no solo son los órganos los que se ven afectados. A nivel mental, el alcohol puede empeorar problemas de salud mental que ya tenías o desencadenar nuevos. La relación entre el alcohol y la depresión, por ejemplo, es complicada y de ida y vuelta, creando un círculo vicioso del que muchas veces resulta difícil salir sin ayuda.
No es necesario dejar de beber, sino aprender a hacerlo con moderación, intercalando con agua y conociendo nuestros límites. Estos son pasos cruciales para disfrutar de cualquier celebración o evento sin comprometer nuestra salud cerebral y general.
Es fundamental recordar siempre que nuestro cerebro, esa maravilla biológica, merece cuidado y respeto. Tomar decisiones conscientes no sólo preserva la alegría del momento, sino que también protege nuestra salud a largo plazo.
Si vos o alguien que conocés necesita ayuda para controlar el consumo de alcohol u otras adicciones, podés comunicarte de manera gratuita con los centros de atención del SEDRONAR.