Durante mucho tiempo, someterse a una cirugía implicaba pasar por una anestesia general, con recuperación lenta y riesgo de complicaciones. La medicina mínimamente invasiva cambió este paradigma, y el anestesiólogo pasó a ocupar un rol central: elegir y aplicar la técnica más adecuada para que cada paciente atraviese el procedimiento con seguridad, sin dolor y con la posibilidad de volver a su casa en pocas horas.
El anestesiólogo dispone hoy de varias herramientas que se adaptan al tipo de intervención:
Gracias a estas técnicas, la mayoría de los pacientes pueden evitar la internación prolongada. El anestesiólogo, en coordinación con el resto del equipo médico, garantiza no solo la ausencia de dolor, sino también el monitoreo constante de la presión arterial, el pulso, la oxigenación y la estabilidad general del paciente.
El trabajo del anestesiólogo comienza antes de entrar al quirófano con la evaluación preanestésica, que permite conocer los antecedentes del paciente y elegir la técnica más segura. Continúa durante el procedimiento, con un monitoreo constante que garantiza estabilidad y confort. Y se extiende a la recuperación, asegurando que el alta pueda darse en pocas horas y sin complicaciones.
Además de la técnica, su rol incluye transmitir tranquilidad: explicar, responder dudas y acompañar en un momento que suele generar ansiedad. Esa combinación de precisión médica y cuidado humano es lo que vuelve tan valiosa la anestesiología en la medicina mínimamente invasiva.
En la Clínica La Sagrada Familia, el servicio de anestesiología acompaña a cada paciente con la combinación justa de tecnología y cuidado humano. Además, trabaja codo a codo con cardiólogos, neurólogos y especialistas de columna, haciendo posible que la medicina mínimamente invasiva sea hoy una realidad cotidiana para nuestros pacientes.
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